Amado Don Pedro «Hombre para los demás» – Artículo #8 “EDUCACIÓN COMPROMETIDA CON LA JUSTICIA”

Este año, 2023, mientras celebramos el 50 aniversario de la famosa exhortación del padre Pedro Arrupe “Hombres y mujeres para los demás” es un placer compartir el artículo #8 de la serie Amado Don Pedro «Hombre para los demás».

Esta serie de artículos escritos por el padre Hedwig Lewis SJ, un gran escritor jesuita de la Provincia de Gujarat en la India abarca anécdotas de la vida del padre Arrupe, sus escritos, experiencias vividas y pensamientos espirituales.

Todos los educadores de nuestra comunidad global están invitados a aprender y reflexionar sobre quién fue el padre Pedro Arrupe y su legado a la educación jesuita.

Invitamos a todos y a todas a compartir sus reflexiones y comentarios, en la sección de comentarios situada al final de cada artículo.

Esperamos que disfruten de este recorrido, donde podrán conocer más sobre el padre Pedro Arrupe y las raíces de su famosa exhortación “Hombres y mujeres para los demás”.

A continuación, compartimos el artículo #8 “EDUCACIÓN COMPROMETIDA CON LA JUSTICIA”.   

 

EDUCACIÓN COMPROMETIDA CON LA JUSTICIA

En un discurso dirigido a alumnos de instituciones jesuitas en 1973 que tuvo lugar en Valencia, España, el P. Arrupe expresó lo siguiente: “Hoy el objetivo principal de la educación debe ser formar hombres para otros, hombres que no vivan para sí mismos, y que no puedan si quiera concebir un amor a Dios que no incluya también el amor al prójimo y que estén totalmente convencidos de que un amor a Dios que no conduzca a la justicia para todos es una farsa… No hemos de ver a nuestros estudiantes como individuos separados que están aprendiendo cómo abrirse paso a codazos entre masas hostiles para acceder a posiciones de poder y prestigio. Por el contrario, permitámosles descubrir que son hermanos y hermanas en una aldea global de un modo que no puedan olvidar jamás”.

Arrupe brindó una descripción clave del carisma que nace en el servicio genuino: “hombres para otros”. Luego, la frase se tradujo como “hombres y mujeres para otros” para incluir a los jesuitas y sus colaboradores; y eventualmente, en “personas para otros”. El lema “Personas para otros” entusiasmó a jesuitas de todo el mundo, ya que reflejaba la misión de la formación jesuita y se reconoció como la cara de la “Educación comprometida con la justicia” en todas nuestras instituciones, no solamente en los centros de trabajo social.

Objetivo educativo: CJ

Arrupe insistió en que las escuelas jesuitas continuaran la tradición de ofrecer al personal y a los estudiantes una excelente formación holística, que incluía la formación física, moral y social. Además, también animaba a desarrollar el aspecto intelectual, emocional y espiritual. Sin embargo, estos debían ser equivalentes al cociente de justicia (CJ), la dimensión de la educación comprometida con la justicia hace la educación más integral. La solidaridad con las masas sufrientes se debe enseñar a través del contacto y no de conceptos. La experiencia directa toca el corazón, estimula la mente para abordar los cambios más innovadores y sirve como un catalizador de la solidaridad ,que luego da lugar al cuestionamiento intelectual, a la reflexión y a la acción.

La educación comprometida con la justicia forma líderes dinámicos que rehúyen las ambiciones de buscar construir castillos de marfil o zonas de confort para su satisfacción egoísta. Estos líderes cuentan con estrategias para tomar decisiones sensatas tanto sobre qué estudian como de quién aprenden y cómo eligen gastar su tiempo.

Ayudan a construir puentes de amor para alcanzar a las personas, independientemente de su clase, linaje, color, o credo. Intentan llegar a las personas que no tienen cubiertas las necesidades básicas, quienes son tratados injustamente o son privados de sus derechos y privilegios, a través del servicio compasivo y descentrado, ya que todos somos hijos de Dios, hermanos y hermanas, en una sola familia humana.

Implicancias

No hay notas o evaluaciones para calificar el cociente de justicia o para cuantificar el nivel de ser persona para otros. El cociente de justicia y el ser persona para otros enciende tu personalidad  y resplandece con un apasionado compromiso, ya que tu luz brilla en las buenas obras en la oscuridad y el frío de las sociedades afectadas por la pobreza.

Tu valor reside en la medida de tu generosidad. Se trata de dar sin medir el costo, luchar sin prestar atención a las heridas, trabajar sin buscar recompensa, estando alegres por el solo hecho de estar siendo llenados por la gracia y la bendición de Dios.

Similar a lo que sucede con la educación, el desarrollo personal no termina con la escolarización sino que demanda una formación continua. Si quieres mantener tu compromiso apasionado brillando vivamente, es importante que revises objetivamente las opciones cruciales que haces en cada punto de inflexión de tu vida. ¿Qué rol tiene el cociente de justicia en el resultado tanto definitivo como en el esperado de la respectiva elección? ¿Puedes asegurar que estás rindiendo homenaje a la educación recibida y estás caminando al modo del cociente de justicia y del ser personas para otros?

El criterio de Arrupe nos ofrece un importante punto de referencia.

“Dejen que cada uno vea lo que ha hecho hasta ahora y lo que uno debe hacer. No es suficiente recordar los principios, manifestar las intenciones, señalar las míseras injusticias y pronunciar denuncias proféticas. Estas palabras carecen de peso real a menos que estén acompañadas por una vivaz conciencia de la responsabilidad personal y por una acción efectiva.”

Para convertirse en una persona para otros por excelencia se necesita de la gracia divina, el carisma y una dedicación completa. Alcanzar el estado de “100% persona para los demás” es un proceso que puede llevar toda una vida. Pero si la educación le ha inculcado a uno un alto cociente de justicia no puede uno hacer otra cosa que intentar constante y consistentemente ser mejor hombre o mujer para otros, hasta que uno es lo mejor que puede ser para la mayor gloria de Dios. Hedwig Lewis, SJ

Un colegio jesuita debe ser fácilmente identificable como tal. Hay muchas formas en las que se parecerá a otras escuelas … Pero si se trata de un auténtico colegio jesuita, es decir, si nuestro funcionamiento del colegio brota de las fuerzas extraídas de nuestro propio carisma específico, si resaltamos nuestras características esenciales y nuestras opciones básicas, entonces la educación que reciben nuestros alumnos debe darles una cierta « Ignacianidad« , si se me permite el término. No hablo de arrogancia o esnobismo, y menos aún de complejo de superioridad. Me refiero simplemente a la consecuencia lógica del hecho de que vivimos y actuamos según nuestro propio carisma. Nuestra responsabilidad es proporcionar, a través de nuestras escuelas, lo que creemos que Dios y la Iglesia nos piden.     P. Arrupe SJ

« ¿Qué clase de hombre o mujer necesita hoy la Iglesia y el mundo? Alguien que es hombre o  mujer para los demás. Esa es mi descripción abreviada. Un hombre o una mujer para los demás. Pero, ¿no contradice esto la naturaleza misma de la persona humana? ¿No somos cada uno de nosotros un ‘ser-para-nosotros’? Dotados de una inteligencia que nos da poder, ¿no tendemos a controlar el mundo, convirtiéndonos en su centro? ¿No es esta nuestra vocación, nuestra historia?”

« Sí, somos dotados de conciencia, inteligencia y poder. Cada uno de nosotros es, en efecto, un centro. Pero un centro llamado a descentrarse, a entregarse a los demás en el amor, que es nuestra dimensión definitiva y que lo abarca todo, la que da sentido a todas nuestras otras dimensiones. Sólo el que ama se realiza plenamente como persona. En la medida en que cualquiera de nosotros se aísla de los demás, no nos volvemos más humanos; sino que nos deshumanizamos.”

« Quien vive sólo para sus propios intereses no sólo no aporta nada a los demás, sino que esa persona se perjudica a sí misma. Tienden a acumular de manera exclusiva más y más conocimiento, más y más poder, más y más riqueza; y de este modo, niegan, inevitablemente, a quienes son más débiles que ellos mismos y no aportan la parte que les corresponde de los medios dados por Dios para el desarrollo humano.”

“¿Qué es humanizar el mundo sino es ponerlo al servicio de la humanidad?  Pero el egoísta no sólo no humaniza la creación material, sino que deshumaniza a los demás. Transforman a los demás en cosas dominándolos, explotándolos y tomando para sí el fruto de su trabajo.”

« La tragedia es que al hacer esto, los egoístas se deshumanizan a sí mismos. Se entregan a las posesiones que codician. Se convierten en esclavos, ya no son personas dueñas de sí mismas, sino no-personas, cosas, movidas por sus deseos ciegos y sus objetos.”

« Pero cuando nos deshumanizamos, nos despersonalizamos de esta manera, algo se agita dentro de nosotros. Nos sentimos frustrados. En el fondo de nuestro corazón sabemos que lo que tenemos no es nada comparado con lo que somos, lo que podemos ser, lo que nos gustaría ser. Nos gustaría ser nosotros mismos. Pero no nos atrevemos a romper el círculo vicioso. Pensamos que podemos superar nuestras frustraciones esforzándonos por tener más, por tener más que los demás, por tener cada vez más y más. De este modo, convertimos nuestras vidas en una competitiva carrera de locos sin sentido ». P. Arrupe SJ, Valencia, 1973.

***

La imagen que reflejaba el P. Arrupe fue la de una persona pobre, austera y totalmente desapegada, que no parecía tener necesidades propias, y que espontáneamente regalaba todo lo que recibía, que era profundamente feliz y libre: un hombre que vivía para Dios, que nunca pensaba en sí mismo, sino en los demás. El P. Francisco Ivern describe dos acontecimientos que revelan estas características del P. Arrupe.

Todos los regalos que recibía, los regalaba… Recuerdo que un día, mientras estaba en su oficina, unos jesuitas le trajeron una hermosa boina vasca. Amablemente les dio las gracias, la tuvo en sus manos durante unos segundos, mientras jugaba con ella, pero casi de inmediato la colocó en mi cabeza diciendo: « Creo que te queda bien ». Los donantes no estaban muy contentos por su expresión (me fulminaban con la mirada). Le di las gracias y se la devolví con alguna excusa poco convincente, aunque debo confesar que me hubiera gustado quedármela.

Cuando llegó el momento de despedirse de mí, el P. Arrupe me abrazó, lloró, se guardó la pluma en el bolsillo y me regaló, como recuerdo de despedida, la pluma estilográfica de oro que acababa de recibir como regalo. Nunca la usé, pero la he conservado hasta el día de hoy.

***

Era una práctica entre los padres fundadores de la Compañía de Jesús tener siempre a los pobres en el corazón. De hecho, cuando dos estimados eruditos de su congregación partieron como delegados al Concilio de Trento, San Ignacio les ordenó que se instalaran en un hospicio, en lugar de las lujosas habitaciones que tenían reservadas, y que sirvieran a los enfermos en el tiempo que dispusieran. Este estrecho contacto y solidaridad con los pobres es importante para que la opción por los pobres influya en sus percepciones y prioridades, en su pensamiento y en sus intervenciones. La solidaridad, es decir, el ser personas para y con los demás, no disminuye la responsabilidad académica y la integridad intelectual, sino que las mejora. Hedwig Lewis SJ