Amado Don Pedro «Hombre para los demás» – Artículo #7 “VLIDERAZGO ORIENTADO A LA PERSONA”

Este año, 2023, mientras celebramos el 50 aniversario de la famosa exhortación del padre Pedro Arrupe “Hombres y mujeres para los demás” es un placer compartir el artículo #7 de la serie Amado Don Pedro «Hombre para los demás».

Esta serie de artículos escritos por el padre Hedwig Lewis SJ, un gran escritor jesuita de la Provincia de Gujarat en la India abarca anécdotas de la vida del padre Arrupe, sus escritos, experiencias vividas y pensamientos espirituales.

Todos los educadores de nuestra comunidad global están invitados a aprender y reflexionar sobre quién fue el padre Pedro Arrupe y su legado a la educación jesuita.

Invitamos a todos y a todas a compartir sus reflexiones y comentarios, en la sección de comentarios situada al final de cada artículo.

Esperamos que disfruten de este recorrido, donde podrán conocer más sobre el padre Pedro Arrupe y las raíces de su famosa exhortación “Hombres y mujeres para los demás”.

A continuación, compartimos el artículo #7 “LIDERAZGO ORIENTADO A LA PERSONA”.   

LIDERAZGO ORIENTADO A LA PERSONA

Después de la muerte del Padre General J.B. Janssens en octubre de 1964, se convocó a la Congregación General 31º. Consistió en dos períodos, el primero desde el 7 de mayo al 15 de julio de 1965 y el segundo del 8 de septiembre al 17 de noviembre de 1966. El P. Pedro Arrupe fue seleccionado General el 22 de mayo de 1965 durante la primera sesión.  Fue el primer vasco en ocupar este rol desde el fundador de los jesuitas.

En el discurso de apertura a los miembros de la congregación después de haber sido elegido, el P. Arrupe comenzó con una cita del profeta Jeremías.
“Ay, Señor. Yo no sé hablar…”

Como el P. Arrupe tenía fluidez en siete idiomas, la cita de Jeremías fue inconscientemente irónica. Provocó risas de buen humor tanto cuando se dijo como cuando se recordaba en los años siguientes .

Cuando el P. Dietsch le preguntó sobre esto durante sus “conversaciones autobiográficas” (1981), el P. Arrupe explicaba el contexto de su comentario:

“Yo no tenía preparación y me encontré frente a la Compañía, sus grandes académicos, doctores y maestros espirituales. Allí estaba un pequeño hombre que había llegado en un paracaídas: ¿Qué podría él hacer? Fue un momento de gran confusión. Mi única seguridad fue continuar citando a Jeremías: ‘No temas… Porque estoy contigo.’ Sin el Señor no podemos hacer nada.”

El modo de dirigir de Arrupe fue ciertamente diferente al de sus antecesores. Esto fue, en parte, debido a que habían cambiado las circunstancias y, en parte, por “su abordaje personal” en la forma de dirigir. Él creía que una decisión debe estar precedida por el diálogo y seguida por la inspiración tanto como por la elección.

En eso, el P. Arrupe seguía de cerca las máximas de San Ignacio, quien resalta la necesidad de que los miembros de la Compañía se comunicaran y compartieran sus experiencias. El P. Arrupe alcanzó esto en gran medida a través de las secretarías. Estas no eran una invención de Arrupe sino una directiva de la congregación y particularmente relevante en los comienzos de la época postconciliar.  De este modo, alcanzó un balance entre la centralización y la iniciativa.

Como General, el P. Arrupe siempre se hacía tiempo para la ola constante de visitantes, especialmente jesuitas, de todo el mundo. Superiores, rectores universitarios, directores de escuelas secundarias, hombres de rango, misioneros de visita en su país de origen,  académicos en estudios, a todos se los hacía sentir bienvenidos y comprendidos.

“Mucha gente venía a Roma.”, comentaba el P. Arrupe en una entrevista. “He conocido a muchos, aunque solo fuera en un almuerzo en casa, eso me permitió conocerlos, escuchar de ellos la información que traían y tener largas conversaciones, incluso con algunos chistes.”

Su conocimiento personal de los jesuitas diseminados por todo el mundo en un diversos lugares y circunstancias era extraordinario. Demostraba esto en las entrevistas semanales con los asistentes regionales y, en especial, en aquellas anteriores y posteriores a las visitas de sus áreas asignadas. También era un participante interesado y activo en las reuniones informales de los viernes a la tarde, en donde los asistentes compartían sus experiencias e impresiones de la Compañía a nivel mundial.

“La mayoría de los jesuitas estaban orgullosos de su General, que los guiaba con el ejemplo y con un optimismo contagioso más que por el mandato”, dijo el P. Parmananda Divarkar SJ, uno de sus compañeros cercanos. Su don para la comunicación trascendía el mero comando de muchos idiomas. Una historia que tuvo largas repercusiones, porque Arrupe la mantuvo en movimiento, fue que en una reunión internacional de jesuitas, todos entendieron lo que dijo pero ninguno sabía en qué idioma estaba hablando”.

El 7 de agosto de 1981, en la llegada al aeropuerto Fiumicino de Roma, después de una visita agotadora a las Filipinas, sufrió una trombosis cerebral, de la cual no se recuperó. En la Congregación General 36º, se aceptó la renuncia del P. Arrupe como Superior General el 3 de septiembre de 1983 y se eligió al P. Peter-Hans Kolvenbach como su sucesor.

ANÉCDOTAS

En su primera conferencia de prensa como General en las oficinas de La Civilta Catolica en Roma, le preguntaron al P. Arrupe: “¿Cómo combatirá el ateísmo?”. Con una sonrisa, Arrupe respondió:

“No combatiremos contra nadie ni nada. Nuestra táctica no es el combate sino el diálogo, el respeto mutuo, el aprender a escuchar, intentando comprender los obstáculos que mantienen a las personas lejos de Dios. Debemos tratar a quienes no están de acuerdo con nosotros con la dulzura que los japoneses tratan a los cerezos.”

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Cuando le preguntaron: “¿A cuántos nombres jesuitas le puede asociar una cara?” El P. Arrupe respondió:

“No a los nombres de todos los jesuitas. Pero, para darte un ejemplo, de los doscientes treinta y seis miembros de la Congregación General 32º que se congregó en 1974-1975, personalmente conocí (e interiormente, se puede decir) a más de doscientos de ellos. Para el Superior General ese grupo no se parecía a una asamblea política o a un parlamento. Era algo totalmente diferente”.

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« Según comentaba el P. Vincent O’Keefe SJ, una de las características del Padre Arrupe era « su asombro por las personas, lo cual contrastaba con su falta de interés en edificios y paisajes. Se dice que durante un viaje a Egipto se encontraba hablando sobre los jesuitas y sus apostolados allí. Mientras viajaba en auto, uno de sus ayudantes señaló emocionado las pirámides. Don Pedro interrumpió lo que estaba diciendo, murmuró algo, asintió con la cabeza como signo de apreciación y luego, volvió a la conversación.”

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“Justo después de ser designado como Provincial de Medio Oriente”, dijo su sucesor Peter-Hans Kolvenbach SJ, en un programa televisivo español en 1991, “Conocí al P. Arrupe en Roma. Lo primero que me dijo fue que confiaba en mí. Fue un lazo de confianza que me unió a todos sus colaboradores y que caracterizó el gobierno de la Compañía. Los hombres de confianza alrededor de él conformaban una comunidad de amigos en el Señor. Por eso, el carácter de sus decisiones [fueron] totalmente ajenas al modo de proceder de una empresa multinacional. Era claramente la actividad de un grupo apostólico comprometido a la continuación de la misión de Cristo. Desprendido de los modos burocráticos, el P. Arrupe quería mantener la relación persona a persona para ayudar a todos a encontrar el sentido de la vida y guiarlos al encuentro con Cristo.”

CENTRADO EN LA PERSONA

Cualquiera que haya trabajado con Arrupe recordará la calidez con la que recibía a toda persona que lo visitara.  Depositaba en los Superiores que designaba no solo respeto, sino gran confianza. Recuerdo una intervención durante la Congregación General 32º. Alguien hizo referencia a los jesuitas que supuestamente estaban arruinando el espíritu de la Compañía al ignorar algunas tradiciones o al incorporar valores y modos seculares. Según el interlocutor, lo mejor sería eliminarlos del cuerpo de la Compañía así como se eliminan las células cancerígenas. Arrupe respondió: “Pero no son solo células, son personas y como tales se las debe tartar”. Abp G. Casimir, SJ

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Arrupe tenía un gran y apasionado aprecio y respeto por cada ser humano como persona. Lo heredó de San Ignacio y esto se nutrió de los Ejercicios Espirituales. La obsesión de Ignacio, si se puede llamar así, fue “ayudar a las almas”. Hoy se traduciría quizás como “ayudar a la gente a ser personas plenas”. Este ideal corría por las palabras y las acciones de Arrupe como la sangre en sus venas.

Para servir, para liberar, para salvar… estas palabras, combinadas con numerosas y diferentes armonías, son su melodía básica y perdurable, como contemplaba Pedro el misterio de la Encarnación.

Arrupe tenía el don de establecer con facilidad relaciones profundas con todos. No era solo la capacidad de ser accesible para todos, sino también de tomar la iniciativa para encontrarse con todos. Además, en su presencia, toda persona se sentía importante.

Era uno de esos hombres bendecidos con la gracia divina de creer y confiar en otros, incluso al punto de dejar conscientemente que se le engañe.

Arrupe era un hombre abierto. Sus puertas estaban abiertas a todos. No tenía llaves. Es más, incluso salía de su habitación para invitar a otros a entrar. Era más el discípulo que el  maestro, más el alumno que el director, más el “pequeño” del Evangelio que el “sabio y prudente”.

Esta pasión por la gente y por la comunión con las personas no limitó su libertad para defender abierta y públicamente en muchas áreas lo que consideraba la voluntad de Dios. Obviamente, el conflicto fue inevitable. Pero nunca sus fuertes convicciones, ni los subsiguientes conflictos le llevaron a cerrar su corazón a nadie. A fin de cuentas, fue la actitud del diálogo personal lo que le permitió unir a los miembros dispersos de la Compañía, e incluso a reconciliar lo que parecía contradictorio. Ignacio Iglesias SJ

“Pedro Arrupe Treasury: Notes, Quotes, Anecdotes”, by Hedwig Lewis SJ. [232 páginas, 2007, Rs 105], Gujarat Sahitya Prakash, Anand 388001.