Amado Don Pedro «Hombre para los demás» – Artículo #3 “Llamado y Compromiso”

Este año, 2023, mientras celebramos el 50 aniversario de la famosa exhortación del padre Pedro Arrupe “Hombres y mujeres para los demás” es un placer compartir el artículo #3 de la serie Amado Don Pedro «Hombre para los demás».

Esta serie de artículos escritos por el padre Hedwig Lewis SJ, un gran escritor jesuita de la Provincia de Gujarat en la India abarca anécdotas de la vida del padre Arrupe, sus escritos, experiencias vividas y pensamientos espirituales.

Todos los educadores de nuestra comunidad global están invitados a aprender y reflexionar sobre quién fue el padre Pedro Arrupe y su legado a la educación jesuita.

Compartiremos un artículo al mes en los que invitamos a todos y a todas a compartir sus reflexiones y comentarios, en la sección de comentarios situada al final de cada artículo.

Esperamos que disfruten de este recorrido, donde podrán conocer más sobre el padre Pedro Arrupe y las raíces de su famosa exhortación “Hombres y mujeres para los demás”.

A continuación, compartimos el artículo #3 “Llamado y Compromiso”.   

 

LLAMADO Y COMPROMISO

Milagros

En agosto de 1926, algunas semanas después de la muerte de su padre, Pedro Arrupe y sus hermanas decidieron pasar sus vacaciones de verano en los alrededores tranquilos y espirituales de Lourdes. Un día Pedro acompañó a sus hermanas a la Costanera, donde los enfermos se reunían, un poco antes de la procesión del Sagrado Corazón. Una mujer de mediana edad que empujaba una silla de ruedas pasó frente a ellos y una de sus hermanas exclamó: «Miren a ese pobre chico en silla de ruedas». Se refería a un joven de veinte años aproximadamente, totalmente torcido y contorsionado por la polio. Su madre rezaba el rosario en voz alta y cada tanto decía entre suspiros: «María Santísima, ayúdanos». Fue una imagen conmovedora para Pedro.

La mujer ocupó su lugar en la fila en la que el obispo estaba por pasar llevando el Sagrado Sacramento. Mientras el obispo se detuvo a bendecir al joven enfermo de polio con la custodia, el joven miraba la Eucaristía con tal fe que instantáneamente experimentó el poder sanador de Cristo. Se levantó de su silla, completamente curado. La multitud gritó con alegría: «¡Milagro! ¡Milagro!» Pedro estaba totalmente sorprendido. En el curso de su estadía en Lourdes presenció otros dos milagros. Gracias a un permiso especial que tuvo, Pedro pudo más tarde ayudar en el análisis médico del caso del milagro. Cuando su familia le preguntó sobre las investigaciones, él dijo emocionado: «El Señor lo sanó de verdad».

El llamado de Dios

Años más tarde, como General Superior, p. Arrupe recordaba el acontecimiento en Lourdes. «No es necesario que les diga lo qué sentí y cómo estaba mi mente en ese momento. Venía de la Facultad de Medicina en Madrid, donde había tenido muchos profesores (algunos de gran renombre) y muchos compañeros que no tenían fe y que siempre ridiculizaban los milagros. Pero yo había sido testigo de un verdadero milagro realizado por Jesucristo en la Eucaristía… Parecía estar del lado de Jesús, y como sentí Su todopoderoso poder, el mundo que me rodeaba comenzó a parecerme extremadamente pequeño.»

«Volví a Madrid, los libros se me caían de las manos. Mis compañeros me preguntaban: «¿Qué te pasa? ¡Pareces embobado!» Sí, estaba encantado por el recuerdo que me invadía por sorpresa cada día más, sólo permanecía fija en mi corazón la imagen de la Sagrada Eucaristía bendiciendo en lo alto y el joven paralizado levantándose de un salto de su silla.»

Cerca de Dios

«Sentí a Dios tan cerca en Sus milagros que fui fuertemente sacado de mí mismo. Y lo vi tan cerca de quienes sufrían, de quienes gritaban por él, de quienes son náufragos en el mar de la vida que comenzó a arder en mí un deseo abrasador de imitarlo en su cercanía de quienes son rechazados por este mundo, aquellos a quienes la sociedad trata con desprecio».

Tres meses más tarde Pedro abandonó medicina y entró al noviciado de la Compañía de Jesús en Loyola, a una vida de servicio destacado como jesuita.

«Me gustaban mucho mis estudios de medicina», confesaba Pedro. «Después de mi familia, el mayor sacrificio que hice al entrar a la Compañía fue abandonar medicina».

Percepciones

En una charla que les daba a sus familiares y amigos de Jesuitas en el hotel Piccadilly en Londres en enero de 1970, el p. Pedro Arrupe decía:

«Para apreciar un regalo debes conocer el valor de la cosa entregada y el sacrificio que involucra. Si uno le pregunta a una madre de un jesuita: «Cuando pensabas en entregar tu hijo a la Compañía, ¿cómo te sentías? Si ella es sincera dirá: «Padre, sentía que estaba entregando lo mejor que tenía en mi hogar, mi tesoro».
«Bien, ¿y fue fácil para ti?». Luego uno verá una sonrisa hermosa y la escuchará decir: «Padre, fue un dolor terrible».
«Bueno, madre, ¿y ahora eres feliz?».
«Ay, muy feliz, cuando vi a mi hijo en el altar como cura o lo vi como hermano tomando sus votos, esa fue una alegría maravillosa, cómo estar en el cielo».

Queridos míos, necesitamos muchos más jesuitas santos… Hay pocas vocaciones hoy, necesitamos más. Estoy seguro de que ustedes entienden que la vocación es un regalo de Dios pero que ha sido producido en cierto modo por las manos de una madre y la familia.

A un joven que quiere ser jesuita,
le diría:

«Quédate en casa si esta idea te
inquieta o te pone nervioso.
No vengas si amas a la Iglesia
como a una madrastra más que como a una madre;
No vengas si piensas que haciéndolo
le estarás haciendo un favor a la Compañía de Jesús.
Ven si servir a Cristo
es el centro de tu vida.
Ven si tienes
hombros suficientemente anchos y fuertes;
Ven si tienes un espíritu abierto,
una mente razonablemente abierta
y un corazón más grande que el mundo.
Ven si sabes bromear
y puedes reírte con otros y…
en ocasiones sabes reírte de ti mismo».

 

Compromiso

Durante la Navidad de 1976 el p. Arrupe envió una entrevista escrita al Dr. Renzo Giacomelli del la Radio del Vaticano.

P. ¿Qué contribución pueden hacer los hombres y las mujeres que han abrazado la vida religiosa a la evangelización y el desarrollo humano?

R. A través de esta consagración, la religiosa, además de aceptar dejar a un lado el mundo y de aceptar a Dios, acepta un tipo de vida que se acerca al ideal de evangelizador.

Por su pobreza, se priva de toda propiedad personal y permanece libre de cualquier ganancia o interés personal.
Por su voto de castidad, aumenta su capacidad de amar a todos los seres humanos por Cristo, sin perderse de nada de la generosidad que existe en cada corazón humano, libre para entregarse al servicio de otros sin las preferencias y las limitaciones basadas en lo personal y de algún modo en el regalo exclusivo de una familia en particular. La familia de quien se ha consagrado a Dios por el celibato para el Reino es la familia humana entera.
Finalmente, a través de la obediencia los religiosos entregan su libertad, o mejor, la elevan a un nivel superior cuando se comprometen a seguir la voluntad de Dios, expresada por sus superiores. Por Su voluntad, que es el deseo de salvar a cada hombre, dirige y retrata efectivamente el trabajo de la evangelización mundial, cuyo único propósito es que todos los hombres lleguen al conocimiento de la verdad.

***

La fidelidad del p. Arrupe puede considerarse su gozo y su agonía. Esta fue la tensión que le impidió darse tiempo para lo que podríamos llamar tiempo personal para relajarse o disfrutar. Quería entregar cada momento de su vida a la Compañía de Jesús para cuya «formación» había sido elegido. Conocía su pasión por la música y sugerí una o dos veces que estaba dispuesto a acompañarlo a un concierto o una ópera, sin embargo, él pasó por alto entre risas la sugerencia.

Una vez durante una visita a Bombay en la cual tenía una reunión con los Provinciales, yo tenía que organizar las reuniones individuales. Cuando ya había visto a todos y tenía tiempo libre, me preguntó: «¿No hay más trabajo, nadie más con quien reunirse?» Su tiempo pertenecía a la Compañía y no tenía derecho a usarlo para nada más. Arz. G. Casmir SJ

MARÍA, NUESTRA MADRE

María hizo lo suyo en la conversión y la formación de San Ignacio [Auto 10]. También hizo su parte en la redacción de los Ejercicios y de las Constituciones [Auto 100]. La joven Compañía vio a María como la Virgen Madre de Dios que tomaba bajo su guarda a toda la Compañía.

Se puede decir, al igual que de cada jesuita, que se sentía unido tiernamente a nuestra Santa Madre, considerándola como su madre, pero, al igual que Ignacio, sin ser demasiado emotivo al respecto. No se puede decir que haya santo o consagrado de la Compañía que no cultive el amor a María con el afecto de un hijo. No estaré en paz hasta que no alcance un tierno amor por nuestra dulcísima madre María.     

Una característica sobresaliente de la devoción de la Compañía a María es una extraordinaria confianza, como la de un hijo a su madre, una madre que fue plenamente obediente [SE 108] para servir a su hijo como madre, convirtiéndose en la «sierva del Señor», lo cual siempre fue para Ignacio la expresión del fin último del hombre [SE 23].  El jesuita continúa buscando la ayuda y la protección de María como madre, tal como Ignacio esperó y desea.  p. Arrupe SJ

Suplemento del Gujarat Jesuit Samachar, abril  2007.
Editado por Hedwig Lewis SJ