La Ciudadanía Global y el Pacto Educativo Global

Augusto Ibáñez del SM comparte la reciente colaboración entre esta institución y la Confederación Interamericana de Educación Católica (CIEC) sobre la relación entre la opción por el modelo educativo de la Ciudadanía Global y el Pacto Educativo Global.

En este artículo Augusto comenta que las lecciones más importantes de la crisis del COVID son la humildad y la aceptación de que no se puede resolver los problemas globales con remedios locales. Vivimos en un mundo tan hiperconectado que los males mundiales nos afectan de forma inmediata. Y plantea que tenemos que estar más preparados para afrontar las crisis del futuro, «Hay que anticiparse, educar con una visión más global. ¿Cómo anticiparnos? Afortunadamente, contamos con una brújula poderosa para navegar en esta niebla espesa e impenetrable: el Pacto educativo global. El Pacto nos enseña que todo cambio requiere un camino educativo que debemos recorrer juntos», comenta Augusto.

A continuación compartimos los pasos listados por Augusto, que sugiere para este camino educativo:

  • El primer paso es tener la valentía de colocar a la persona en el centro, en relación con las demás personas y con la realidad que las rodea. Se trata de una propuesta ecosocial, que toca la esencia misma de la escuela católica.
  • Otro paso es invertir las mejores energías con creatividad y responsabilidad. Para esto hace falta el encuentro en la diversidad y el trabajo en red.
  • El tercer paso nos señala la meta, el propósito: Formar personas disponibles que se pongan al servicio de la comunidad. Es decir, formar una nueva generación de jóvenes, comprometida, consciente del sufrimiento, participativa, creativa, orientada a la acción, capaz de leer la realidad y de actuar sobre ella para lograr un mundo más fraterno, inclusivo, justo y sostenible. Y la vía para lograrlo es lo que llamamos una educación para la ciudadanía global con sentido, que representa la educación integral en la nueva realidad del siglo XXI.
    Es decir, creemos que la educación para la ciudadanía global con sentido es la forma más eficaz de alcanzar las metas del Pacto Educativo Global. Hay varias iniciativas de organismos internacionales con la mirada puesta en una educación más global, pero nosotros estamos convencidos de que la escuela solo puede ser transformada desde dentro. Los grandes manifiestos y las reformas educativas pueden inspirar el cambio, pero la única forma de hacerlo real y sostenible es diseñarlo con las escuelas, desde su cercanía con el alumnado y sus familias. Esta convicción nos ha llevado a trabajar con cientos de escuelas e instituciones católicas para ir perfilando un marco de educación más global, inspirada en el humanismo solidario y la ecología integral, y tratar de alcanzar ese objetivo final del PEG: una nueva generación de hombres y mujeres al servicio de los demás.

Además plantea que para lograr esa meta identificaron, en la reflexión con escuelas e instituciones, tres motores esenciales:

  • El primer motor es la cultura del cuidado, conectada con el enfoque de ecología integral que propone el Papa: el cuidado de uno mismo y de su interioridad, el cuidado de los otros, y el cuidado de la casa común, como formas de compensar nuestra fragilidad y la del sistema. El paradigma del cuidado es lo que nos hace verdaderamente humanos. Lo recuerda la encíclica Fratelli Tutti al proponer la pedagogía del samaritano.
  • El segundo motor es la cultura relacional, que reafirma el necesario protagonismo de la escuela en esta época convulsa. La escuela es un gran sistema relacional, sostenido por una tupida red de vínculos que ni la educación a distancia ni el homeschooling (la escuela en casa) pueden reemplazar. Es cierto que no solo educa la escuela, pero es la mejor institución que tenemos para asegurar la educación como un bien común universal. En este sentido, el mensaje del Papa el 14 de octubre nos pedía audacia para recrear el tejido de las relaciones -los vínculos, el sistema relacional- a favor de una humanidad capaz de hablar el lenguaje de la fraternidad.
  • El tercer motor es, lógicamente, el cultivo de saberes y competencias globales. La escuela católica no puede olvidar que es escuela, esto es, un espacio para el aprendizaje intencional y el crecimiento integral. La competencia global viene a ser la capacidad y la disposición para examinar y comprender las cuestiones de alcance mundial, y para actuar sobre ellas, con el objetivo de mejorar el bienestar colectivo y el desarrollo sostenible.
    Estos tres motores son interdependientes, y están fuertemente interrelacionados a través de la tecnología y la cultura digital de la escuela. Los tres forman un todo que hay que abordar de forma armónica, integral y sistémica. Pero la escuela católica dispone de un componente, ya citado, que le presta una significatividad especial. Se trata de la fraternidad, un elemento diferencial, que potencia a todos los demás.

Augutso añade que «la fraternidad marca la gran diferencia de la escuela católica: conecta con su identidad, su carisma. Recordemos que la escuela católica tiene en su ADN los genes heredados del cosmopolitismo de las primeras comunidades cristianas, que se sabían hijos de un mismo Padre. Por ello, la encíclica Fratelli Tutti nos propone educar bajo el desafío de la fraternidad, que aporta los cimientos necesarios para construir el objetivo de formar personas ‘al servicio de los demás’.»

Para leer más sobre este tema sigue el link al artículo original completo aquí: La Ciudadanía Global, una Vía Previlegiada para Construir el Pacto Educativo Global