Cada uno como individuo
“Una auténtica fe –que nunca es cómoda e individualista– siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra… La tierra es nuestra casa común y todos somos hermanos.” (Evangelii Gaudium; UTV 203, Identificador Global 5)
Nuestra visión ignaciana del mundo nos recuerda que Dios está presente en todas las cosas, incluidos nosotros mismos, nuestras relaciones, nuestro trabajo y nuestras interacciones con el mundo. Cada uno de nosotros es una parte significativa de la creación de Dios y cada uno de nosotros tiene su propio rol personal en alentar la visión de Dios para el cuidado de nuestra casa común. Cuando examinamos nuestras acciones y hábitos individuales, a menudo nos vemos abocados a un proceso de transformación que, de forma colectiva y agregada, tiene un tremendo impacto a lo largo del tiempo
Reflexión
- ¿Qué importancia tiene para mí el cuidado de nuestra casa común?
- ¿Cómo puedo dedicar tiempo, lejos de las distracciones, para nutrir la relación con la creación?
- ¿Cómo puedo participar en la misión de mi escuela de cuidar nuestra casa común?
Acción
- Hacer un inventario de mis hábitos y prácticas: Enumerar las pequeñas acciones diarias que tienen en cuenta el medio ambiente en mi consumo y mi estilo de vida. ¿Qué cambios me siento impulsado a hacer para un futuro sostenible? ¿Cuáles de mis actividades diarias reflejan mi preocupación por la Madre Tierra?
- Informarme sobre temas de justicia ecológica y formas de vida sostenibles. Identificar qué estoy haciendo bien y espacios para el crecimiento.
- Celebrar un don o talento dado por Dios que pueda utilizar para contribuir a la creación de un futuro sostenible y lleno de esperanza.