Un Camino para ser competentes conscientes compasivos y comprometidos – Colegio Javier Panama

Eduardo Valdés SJ, rector del colegio Javier en Panamá comparte el siguiente artículo donde detalla los 50 años de Servicio Social Javeriano (SSJ) del colegio.

Este artículo se publicó por primera vez en el Anuario de los Jesuitas de 2021. Puedes encontrar el Anuario completo siguiendo este enlace.

50 años de Servicio Social Javeriano (SSJ) Colegio Javier, Panamá

Hemos llegado a las bodas de oro de nuestro servicio social. El primero se dio en 1971 aunque la reflexión y unas primeras prácticas ya se habían comenzado en 1970. Fue una respuesta ante la recomendación presentada en una reunión de superiores, Viceprovinciales y Provinciales de América Latina en los años sesenta. Esta mirada y este modo de proceder se consolidaron con la invitación a todos los jesuitas para trabajar por la fe y la justicia como la gran renovación de «nuestro modo de proceder».

El SSJ se ha convertido en el símbolo de la preparación en valores de nuestros estudiantes. Es el colofón de toda una formación que comienza en la escuela infantil (3-5 años), y que culmina previo a cursar su último año de bachillerato. Durante un mes (28 días), divididos por grupos, conviven en una comunidad campesina donde se colabora en la construcción de capillas, comedores, salones multiusos, letrinas, etc., y en las que solemos trabajar con delegados de la palabra y/o asociaciones comunales.

A la parte organizativa se unió la búsqueda de la preparación adecuada y pertinente de cada estudiante. Se tienen pequeñas experiencias de convivencia y construcción en el año previo a su SSJ. Se les brindan cursos de primeros auxilios, de liderazgo, todo aquello que los ayude a consolidarse como grupo de trabajo. La tarde previa antes de salir a los campamentos se tiene una misa de envío donde están los jóvenes junto con sus familiares. Se tiene un acervo de datos, detalles y experiencias que han terminado en normativas y caminos de desempeño que nos ayudan a mantener el discernimiento ante los cambios culturales de nuestros jóvenes y las variantes que se han dado en la realidad campesina.

Para la mayoría de nuestros estudiantes, el SSJ es como punto de referencia del colegio y se vuelve el crisol donde se logra ver y palpar la abundancia de sus corazones, aunque sea para animarlos y ver que nos queda trabajo por hacer. En estos años transcurridos hemos podido sopesar cuánto realmente nuestros jóvenes están haciendo un camino para ser competentes, conscientes, compasivos y comprometidos.

En el SSJ nuestros jóvenes tienen momentos de pausa ignaciana, reflexión sobre lo que están viviendo, celebración de misa todos los domingos, participación en las actividades religiosas y celebrativas. Les impresiona la fe sencilla y profunda de los delegados de la palabra y la comunidad. Se sienten conmovidos con la realidad que viven las personas de cada lugar. Ven su pobreza económica y la riqueza de su solidaridad; sus dificultades incluso para sobrevivir y su generosidad al compartir; sus rivalidades, fragilidades y resignación ante las situaciones que viven; y su capacidad de esperanza, de realismo humano y de confianza en Dios. Es unir su formación ignaciana con esta realidad que palpan y viven a través del cariño y cercanía con estas personas.

Los diversos cargos que tienen algunos jóvenes, junto con el resto del grupo, les hacen mostrar su valía o el camino que queda por recorrer para que aflore lo mejor de cada uno. El tipo de sensibilidad que viven permite mostrar sus procesos, sus inquietudes, vulnerabilidades, pero también sus fortalezas, su imaginación creativa y su entrega en un trabajo concreto. Para el colegio es un reto y una invitación a no dejar perder esa profundidad humana y a encontrar caminos para continuar ayudándolos a crecer en todos los aspectos. Hay futuro con ellos. Y este futuro se construye sobre los fundamentos de las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía.

Nuestros jóvenes son citadinos y pocos tienen una experiencia con la naturaleza. El estar en lugares donde no hay luz eléctrica, de dificultad para llegar, casas esparcidas entres los campos y las montañas, les ofrece un nuevo modo de mirar el cielo, los árboles, los animales y el modo de ser que tienen los campesinos. Impresionan también los cambios en su escucha de los ruidos y de los cantos de los pájaros junto con el conocimiento de ciertos animales, insectos y verdor que casi desconocían o solo lo veían por internet. Recuerdan y buscan las comidas y aperitivos que tenían en sus casas y se encuentran con productos con sabores más naturales y sin tanta presencia de elementos sintéticos. Pasan por una especie de «purificación» alimenticia, en muchos hay una puerta de entrada con una naturaleza todavía no tan sintética.

La conversión de estos jóvenes tiene un elemento especial. Vienen de familias cristianas; el SSJ es para ellos un momento donde la parte afectiva de su fe se ve conmovida por la realidad y los rostros concretos de las personas a las que empiezan a estimar y reconocer en toda su dignidad. Además, permite mostrar y dejar una obra que se hace, junto con miembros de la comunidad, y sirve de memoria para no olvidar. El recuerdo y la presencia de esa experiencia es difícil de medir en el peso de sus decisiones, pero sí conservan esa chispa para ayudar a otras personas y no evadir la realidad. Queda la gracia que hace su trabajo calladamente.