“Este Adviento nos ofrece una oportunidad inesperada para vivir más fuertemente su esencia”

La Provincia de España de la Compañía de Jesús entrevistó al sacerdote jesuita Sergio Gadea (Colmenar Viejo, Madrid, 1984) quien nos da algunas pautas para orientar mejor y convertir la espera de este Adviento en la esperanza cristiana que tanto necesita escuchar el mundo en estos momentos.

Mientras realiza su doctorado en Filosofía (München, Alemania), después de ser ordenado sacerdote en 2018, comparte con nosotros sus reflexiones, algunas de las cuales ha trabajado junto a los jóvenes a los que acompaña.

¿Qué sentido tiene el tiempo de Adviento para los cristianos?

S.G: El tiempo de Adviento tiene dos sentidos principales: es el tiempo de preparación de la Navidad, de la Encarnación del Hijo de Dios. Y es, a la vez, un tiempo de expectación ante la segunda venida de Jesús al final de los tiempos. En el Adviento se entrelaza toda la cadena que compone la historia: recordamos y hacemos memoria del pasado, del hecho insólito de Dios que se ha hecho hombre; nos proyectamos hacia el futuro, es un momento de esperanza que anima a actuar; y lo vivimos en el presente, reconociendo las huellas de Dios encarnado, pero también deseando que se nazca donde Dios parece ausente.

Muchas veces nos ha preocupado que el consumismo y el ajetreo de estos días nos distraigan de vivir el Adviento y la Navidad con sentido. Esta vez seguramente lo viviremos de un modo muy distinto. ¿Cómo crees que debemos afrontarlo?

S.G: Sí, y es una preocupación que casi siempre ha existido. Ya San Bernardo, ni más ni menos que en el siglo XII, se quejaba de que muchos son los que celebran la Navidad, la venida de Cristo que nace pobre, distrayéndose, preparando el vestido o pensando en las comidas. Personalmente no creo que celebrar dignamente estos días tenga que chocar necesariamente con lo que nos invita a vivir el Adviento y la Navidad. Eso sí, siempre que no dejemos de profundizar en el sentido profundo del misterio que se celebra. Este es un año difícil para muchas de nuestras costumbres, pero paradójicamente creo que por ello nos ofrece una oportunidad inesperada para vivir más fuertemente su esencia.

¿Qué deberíamos tener en cuenta para vivirlo con sentido, desde el punto de vista personal y decomunidades de fe?

S.G: Yo diría que, a pesar de todas las restricciones, podemos vivir nuestra fe con intensidad. El otro día hablábamos en el grupo de jóvenes que acompaño que la situación actual, sin querer, nos había vuelto “más comodones” a la hora de vivir y expresar nuestra fe, pero todos nos sentíamos un poco inconformistas con quedarnos simplemente en casa, llenando el tiempo con series o con juegos. Los tiempos fuertes siempre nos dan motivos, símbolos y oportunidades para renovar nuestra fe, más allá de las circunstancias. Incluso ahora, donde se nos pide estar más en casa, puede ser ocasión para detenerse y rezar, quizás siguiendo las lecturas de cada día, apuntándose a algún retiro on-line, compartiendo con aquellos con los que hacemos camino en nuestras comunidades de fe. Hoy, cuando parece que poder celebrar en comunidad se ha convertido en una excepción por la regla de limitar toda actividad social, es una buena oportunidad para re-descubrir por qué, en el Adviento, esperar juntos al Señor es lo que hace comunidad, por qué celebrar es tan importante para la Iglesia. Y buenas obras: la tendencia general es al ahorro, y quizás el consumo en estos meses se resienta. Puede ser buen momento para hacer un consumo más consciente y responsable, quizás apoyando al comercio pequeño de barrio; y para donar parte del dinero que nos ahorraremos a nuestra parroquia -porque ya sabemos que muchas lo están pasando mal en un momento en que se multiplican las necesidades.

En estos días también es muy importante la dimensión familiar y realmente va a resultar extraño encontrar otro modo de celebrar la Navidad.

S.G: Extraño, incluso puede ser doloroso, por la gente que falta. Tu pregunta me trae a la memoria la primera Navidad que viví en el noviciado: la primera vez que vivía la Navidad alejado de mi familia. Al principio, no entendía y creo que mi familia tampoco.

La ausencia me parecía al principio del noviciado una pesadilla, pero pronto aprendí a vivirla y a “aprovecharme” de ella. Porque es una ausencia que no cuestiona el amor, porque me une a todos los que celebran la Encarnación, y porque es visitada, misteriosamente, por Aquel a quien estamos realmente esperando. Por supuesto, el poder celebrar la Navidad en comunidad a mi me da la oportunidad de vivirla con mucha profundidad. Pero creo que mi ausencia, a mi familia, le trae el recuerdo de lo que estamos también celebrando.

En estas navidades diferentes, creo que se pueden vivir las ausencias, sin negar el dolor que pueda traer la separación, de nuevo como una oportunidad para vivir más a fondo el sentido de estos días.

Si Adviento es un tiempo de espera, socialmente nos encontramos en una constante espera desde hace meses: de más o menos restricciones, de una vacuna, de poder abrazarnos… de retomar la vida cotidiana…¿Cómo encajamos todo ello? ¿Hay algún modo de integrar lo que estamos viviendo en nuestra celebración de la Navidad?

S.G: Sí, y quizás todo aquello que “esperamos” nos está preparando para reconocer qué es este “esperar” del Adviento. Me llama la atención, por ejemplo, la espera de la vacuna: las bolsas suben y bajan al rebufo de los anuncios de los laboratorios, las noticias llenan las conversaciones cotidianas e, incluso, inciden en nuestro estado de ánimo. Esperamos la vacuna y ojalá llegue pronto, pues traerá salud y alivio. Pero quizás se nos cuele el pensar que la vacuna es volver a lo de antes, a la normalidad. ¿Es eso lo que esperamos realmente, volver a lo de antes como si nada hubiera cambiado? Al principio de la pandemia se hablaba mucho de si esto iba a hacer
de nosotros una mejor o peor sociedad, una pregunta que parece que ha desaparecido.

La espera del Adviento es una espera más profética (quizás por eso leemos a Isaías en este tiempo), todo un eco de la gran esperanza que viene de lo alto, que conforta durante los días difíciles, pero que señala a la salvación, que nace en Belén. Si se me permite, la del Adviento es una “espera” más revolucionaria que no se conforma con que las cosas sean como son o sigan siendo como eran. Mientras se espera se sueña: y eso mueve a no quedarse quieto. La vacuna va a ser una gran noticia, pero queda mucho por hacer.

 

Entrevista orginalmente compartida en el Boletín de la Provincia de España de la Compañía de Jesús.